martes, 21 de julio de 2009

Amistad en Krakatoa

Un rasguño casi gatuno; y de las cuerdas vuelan gotas frías. Gotas frías que impactan con el calor de ese infierno oscuro para formar una nube húmeda y pegajosa.

La cámara se mueve en forma circular y damos con sus ojos. Sus ojos, que con un cálido amarillo difuso iluminan todo lo que ven. Convierten todo en primavera. Luz que en realidad proviene de los secretos en su interior, mierda profunda que se transforma en bien y trópico para los demás. Un vivo monumento a la belleza del alma.

La cámara sigue girando, flotando en el aire, intentando captar como alguien se hace a un costado, tratando evitar el faro solar. Se aísla en si misma, mueve sus pies frenéticamente, como queriendo expulsar únicamente por ellos una dosis de energía añeja que en ese momento la corroe por dentro. Su mirada fija en un vaso sin fondo y sus pensamientos totalmente pendientes de la sensación de desierto y hambre de ser en su boca.

Y nosotros en un rincón, abrigados por un calor fetal y enlazados por un amor desnudo que con su luz transparenta. Ofrendas y caricias.

Una burbuja con olor a la sal del mar y el calor de un atardecer en la arena que gentilmente nos llevó a otro lugar para hacer de ese invierno frío y lluvioso una fugaz imitación de un pasado de verde montaña.

jueves, 16 de julio de 2009

Milk&Bar

Ahí donde el estéril sonido de una batería eléctrica lo ocupaba todo entendí. Entendí que sin importar los escalones que salteaba o volvía a subir por quien sabe que número de vez ellos iban a estar firmes a ambos lados haciendo de soporte. La música, contemporánea y bien del Norte, vacía, no hacia mas que de paisaje, un paisaje pintado a burdas pinceladas secas sacadas de una paleta del submundo.

Y por primera vez en mucho tiempo la vida se presenta, desde mi cristal, vestida en colores fluorescentes, verdes, amarillos y violetas furiosos que me llevan a un estado de felicidad robótica, casi ideal según las leyes de la lógica actual.

Más que nunca floto en el aire, volátil, colgado de un sueño que vivo y que de un minuto al otro trato de aceptar ni mas ni menos que como lo siento, tan real.

Una cachetada, un empujón y una suave caricia al dormir se mezclan en un amor tan perfecto como irreal que grita desde su único y hermoso punto, para que mas que nunca siga creyendo.

sábado, 4 de julio de 2009

El color del acertijo

Nunca tuve un viaje tan feo como este. Siento que me muero. Siento que naufrago en lo más asqueroso al mejor estilo visceral, de mi ser. Siento que se pudre la piel, ahí donde el desierto envejece las ansias de vivir. Y que sin querer hablar del viaje, y sin pensarlo como a todo lo demás, acá estoy escupiendo los mas hermosos versos de mi vida. Los mas puros, como sacados ellos de lo mas profundo de los oleos con los que pintaron ese retrato de mi alma.
Y que en total oposición, acá me veo una vez mas golpeado por la apatía trancestral de mi yo en celo. Así que de ustedes me despido, tan formal, y con tal bajeza al caminar hacia la oscuridad de la cobardía.

miércoles, 1 de julio de 2009

Fision

Quisiera, en estos días del quisiera no paso. Y no porque realmente no lo anhele, sino porque esta marea que empuja y empuja por momentos (que cada vez son más) realmente me detiene, es un hecho, me detiene. Es que constantemente se esmera por generarle a uno la sensación de que bracea y bracea para nada, para permanecer inmóvil siempre en el mismo punto. Y cuando uno se detiene a recobrar el aire, a mirar alrededor para absorber energía de algún lugar, esta marea nos golpea con fuerza, haciéndonos retroceder tanto, tanto...No creo que seamos pocos los que tratamos de seguir nadando en esta dirección, pero por estos días me cuesta ver a los demás. Es que de un segundo a otro mi horizonte es tapado por enormes castillos de cristal, vacíos, que esperan ansiosos una tormenta para desvanecer sin dejar rastro alguno de su existencia. Pero no les importa eh? No les importa, porque no tienen alma, son entes que son tan solo para ser reemplazados por otros de su misma especie, que mutan en forma, pero que bien adentro siguen siendo igual de vacíos.

Pero se que no soy el único en este viaje, o quizás de ello me auto-convenza, un poco por testarudo y otro poco por volátil; y voy a seguir braceando, para algún día llegar a lo mas alto de esa montaña. Esa montaña donde el destello de las luces de sus palacios es comparable al tenue, fugaz y desesperado llamado de amor de una luciérnaga.