sábado, 26 de julio de 2008

Las estaciones



Un viento gélido formando torbellinos en mis poros. Las vastas extensiones de mi piel se muestran desérticas; y en sus grietas, hasta entonces resecas, fluyen líquidos depresores que paradójicamente no hacen mas que exasperar al máximo cada contacto, cada encuentro y cada pisada.
Mis pelos parecen desaparecer, son disminuidos sin opción a réplica, casi despojados de si mismos. Y se mueven. Armoniosamente se mueven en un ir y venir, siguiendo una marea azul que nada en este aire.
Los líquidos son convocados a luchar, a escaparse de sus mundos y enfrentar su muerte, pero luego se congelan, y parecen estatuas y monumentos que la vista del ojo ordinario fotografía como tristes, solo tristes.
Mi sangre que tiñe el escenario, que tiñe y quema todo a su paso, sin contemplaciones ni piedad.
Y todos mis pensamientos no inmediatos migran a otra dimensión, una a años luz de este presente tan incierto.
Una dimensión sumergida en la más profunda seguridad, resguardada por completo de cualquier tipo de peligro. Una obra maestra, dibujada con cada una de mis células, llenando mi cuerpo, inflándolo, manteniéndolo de pie, esta dimensión.

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