domingo, 27 de julio de 2008

El país del calor

Me desperté repentinamente, como escapando de algún pensamiento, sin rastros de sueño, lúcido, más lúcido que nunca. Frente a mí tenía una gran estructura extraña, púrpura. Una especie de panal de abejas, grande (muy grande), cortado transversalmente, con un lugar o una cara conocida en cada hexagonito, púrpura. Y podía ver que de atrás salían cables, cables gruesos y a la vista…a la vista? De textura agradable, púrpuras, que desaparecían al salir por la puerta de mi cuarto. Ya no tenía necesidad de usar el teléfono ni de moverme físicamente, solo era cuestión de desear un lugar o una persona, y saltar hacia el hexagonito implicado. Y del resto se encargaba esta estructura extraña pero maravillosa, leyéndome la mente a la perfección, sin dejar pasar detalle alguno. Y me vi en el lugar que quería, en el país del calor, con una sonrisa que daba vueltas a mi cara y una sensación de desnudez que jamás había sentido. No podía creerlo y a su vez nadie me creía (aunque en realidad no lo había compartido con nadie, pero la verdad es que así se sentía, que nadie iba a creerme).
Flotaba descalzo, por encima de ese día de invierno.
- Javier que hacés así desnudo? Estás loco vos? Volvé ya a la cama! Dale, dale - Y me escoltó a mi cuarto. Mi madre.
- Vos no entendés, yo estoy en el país del calor -

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